Es esta una ciudad de fábula rescatada de las páginas de un cuento que, como en toda narración, tiene castillo, mar, bosque...
El barrio antiguo de Peñíscola está enmarcado a un enigmático peñón en mitad del mar. En torno a él se doblegan las calles y plazas, las casas de blancas fachadas y los espolones que miran a un tierno y luminoso Mediterráneo.
Pero Peñiscola, además, es una ciudad antiquísima. Sus orígenes beben de los tiempos de los íberos y fenícios, de los griegos y romanos que por este ancho arco de arena blanca construyeron sus atalayas y puertos mercantes.
Los árabes llegarían siglos después, y a su paso dibujarían este entramado de calles tortuosas y desiguales que trepan hasta la cima del islote. La ciudad antigua está coronada por el castillo del Papa Benedicto XIII, conocido como el Papa Luna Desde sus defensas, desde sus almenas y baluartes, el horizonte se postra ante quien lo contempla. A un lado se extiende el calmo y pacífico Mediterráneo. Al otro se encrespan las rugosidades montañosas de la comarca del Baix Maestrat.
Puntos de interésTambién es interesante el Parque natural de la Sierra de Irta, donde se ubican el Mas del Senyor, la Ermita de San Antonio y la Torre de la Badum.
Peñiscola es una ciudad ligada al mar, No es extraño que uno de sus edificios más emblemáticos se haya abierto un museo de memoria marinera. El Museo del Mar está en Les Costures, sobre el baluarte del Príncipe y rinde tributo al Mediterráneo.